Sobre mí
Mi relación con la música comenzó casi por casualidad. A los 4 años, mis padres me apuntaron a clases de violín en una pequeña escuela de música en Algeciras. No tardé en familiarizarme con el instrumento, pero la experiencia no fue como esperaba. La falta de paciencia de mi primer profesor y la presión que sentía acabaron apagando mi ilusión. Sin embargo, un par de años después, un concierto de violín reavivó aquella chispa, y supe que quería volver a hacer música.
Cuando retomé mis estudios a los 10 años, el conservatorio me ofreció una nueva oportunidad. Fue entonces cuando descubrí la trompa. Lo que comenzó como una simple elección se transformó rápidamente en una pasión. Su sonido poderoso y lleno de matices me conquistó, y pronto me vi inmerso en un mundo de orquestas, bandas y proyectos teatrales que nutrieron mi amor por la música.


Formé parte de numerosas jóvenes orquestas y bandas por toda Andalucía desde muy joven. Trabajé con compañías de teatro especializadas en óperas y zarzuelas y participé en masterclases, concursos y festivales que me permitieron crecer como músico. Aunque no me veía como un prodigio, siempre me consideré alguien comprometido y trabajador. Ese esfuerzo me llevó a alcanzar logros como el segundo puesto en el concurso de interpretación de mi conservatorio y a alcanzar las finales de todos los concursos a los que me presentaba.
Pero, como para la mayoría de los músicos, no todo fue un camino de rosas. Durante mi tercer año en el Conservatorio Superior de Música “Andrés de Vandelvira” de Jaén, la autoexigencia empezó a pasar factura. La pandemia llegó en un momento especialmente crítico, justo cuando preparaba las grabaciones para las Becas Erasmus. En medio de ese parón mundial, me vi obligado a enfrentarme a mí mismo y a mis propios límites. Fue entonces cuando descubrí toda la literatura sobre salud mental aplicada a músicos (Guillermo Dalia, Fermín Galduf, Rafael Gracía, etc..) Esos encuentros me obligaron a detenerme y replantear muchas cosas. Me ayudaron a redefinir mis hábitos, mi mentalidad y, sobre todo, mi relación con la música y conmigo mismo. Ambos me enseñaron a cuidar mi salud mental, a gestionar mejor mi tiempo y a encontrar un equilibrio más saludable en mi relación con la música.
A pesar de esos desafíos, obtuve la beca Erasmus para estudiar en el Conservatorium van Amsterdam tras la pandemia. La experiencia fue transformadora, pero, pese a que todo me iba bien, no terminaba de sentir esa plena satisfacción con lo que estaba haciendo. Meses después, gracias a la ayuda de profesionales (coaches y psicólogos) pude conectarlo todo: amaba la música, sí, pero mi verdadera vocación era ayudar a otros a enfrentar los desafíos emocionales que suelen acompañar a la carrera artística.
Decidí dar un giro radical en mi vida. Al terminar mis estudios superiores, realicé un máster para formarme como coach especializado en músicos que me permitió unir mi experiencia personal y profesional para apoyar a músicos y artistas a vivir de manera más saludable.
Hoy, mi misión es ayudar a otros a vivir mejor de lo que yo pude a lo largo de mi carrera. Entre mis objetivos están: ayudar a artistas a desarrollar su potencial mientras construyen una relación más sana con su profesión, acompañar a músicos a superar bloqueos, gestionar la presión y la autoexigencia y alcanzar sus metas, utilizando herramientas de coaching e inteligencia emocional apoyados por la literatura psicológica científica.
Mi historia no es solo la de un músico que cambió de rumbo, sino la de alguien que encontró en la dificultad la oportunidad de reinventarse y servir a los demás.

